La historia de nuestro primer noviembre

Jamás creí en el amor, o peor aún, sí creía pero me negaba a entenderlo. Por supuesto, como todo en la vida, a esta ocurrencia le tocó su final, y golpeado por el rayo que supuso su mirada en mi vida, comprendí que esta vez todo sería diferente, que por fin estaba ante alguien que podría entregarle cuanto conocía y que sería correspondido sin que el destino interpusiese entre nosotros ninguno de sus juegos de azar.

Y tan rápido posó sus labios sobre mi piel encendida, resonó desde su boca el frío acero de aquel flechazo al intentar huir. Vino presto, permaneció callado y se marchó sin cicatrizar; de repente mi corazón en llamas se congeló a causa de la brecha insalvable que se había abierto entre mi pecho y aquel invierno.

Casi tres años más tarde aún lo busco con la mirada en cada parada del autobús, en cada vagón del metro, en los rostros de cuantos desconocidos no ven al mirar. Casi tres años más tarde desespero buscando el rastro de un fantasma de palabras grises y sueños azulados… Y su nombre, el nombre que destila las sílabas que hoy he comenzado a utilizar.

Deja un comentario